Ese gran ilusionista.
Todos queremos prosperar y para eso necesitamos ideas, ganas y dinero, sobre todo dinero, para esto es donde entra en juego el banco, que se nos presenta como ese gran amigo que nos va ayudar, a cambio eso si, de algún beneficio. El banco propone, tu escuchas con atención y en tu interior sabes que lo que te propone no es viable pero inexplicablemente aceptas lo que te propone y ahí empieza esa unión que será casi imposible romper.
Al principio de la unión te tratan de hermano, amables, se adaptan a ti en lo necesario todo es una balsa en aguas mansas, cuando surge el primer resbalón te vuelven a ayudar. Las sogas, se aprietan aún más pero tu no te das cuenta porque respiras con relativa facilidad y sigues viendo al banco como un apoyo necesario.
En tu afán de mejorar te embarcas en nuevos sueños y el sigue ahí para hacerlo más cómodo y caes nuevamente en su red, ahora sí que te cuesta respirar pero sigues nadando para mantenerte a flote, pero nadar tan de seguido sin parar cansa mucho y empiezas a notar que tienes un lastre que te empuja hacia abajo, quieres soltarlo, ah.. pesa mucho.
Le pides ayuda a tu hermano, el banco, pero no es tan amable ya no se amolda a tus necesidades ahora priman las suyas y te das cuenta de que realmente nunca fuisteis hermanos sino que tú... hiciste el primo.
Y así es como nos encontramos, intentando respirar, mientras el falso amigo se come nuestras vidas y aun no saciado, el gobierno de nuestro país le ofrece tomar postre y se lo sirve en plato frío.
Plato que para los clientes o mejor llamarlos supervivientes no es más que una verguenza de nuestro gobierno hacia su pueblo, pueblo que se conforma con dar de comer a sus hijos una vez al día y no necesita postre.