miércoles, 29 de octubre de 2014

Érase una vez

Érase una vez dos amigas que se encontraron sin buscarse, una todo visceral y otra sentimental, la noche y el día, eran sin plantearselo el desahogo una de la otra, un tándem perfecto.
Cada día estaban juntas y buscaban diferentes formas de evadirse, es muy probable que ni ellas supieran que huían, aún no tenían conciencia de ello, pero juntas, disfrutaban como niñas aunque no lo fueran.
Todos los días hablaban y siempre tenían tema para conversar, largo y tendido.
Era impresionante oír como se reían juntas, daba igual el lugar, un supermercado, una cafetería, una reunión escolar, cualquier lugar era bueno para estar bien.
Más de una vez, una le dijo a la otra, "si alguna vez nuestras vidas cambian y nos separamos por circunstancias, siempre nos quedaran estos recuerdos" y automáticamente se hacía el silencio para nuevamente reír a carcajadas.
Fueron cómplices en casi todo, en el colegio con los hijos, cuando salían juntas e incluso con otras amigas, tenían tal complicidad que no necesitaban hablarse entre ellas. En alguna ocasión debieron de ser odiadas, pues se fueron fiel hasta el presente y eso levanta escamas.
Hoy sus vidas han cambiado, casi no se ven, pero se recuerdan en cada gesto, en cada cerrar de ojos y aunque sean muy diferentes hoy sus vidas, se sonríen cuando se recuerdan, porque hay momentos que simplemente son y eso no se cambia. Ellas ya tuvieron su momento y lo exprimieron al máximo.
Cuando la amistad es de verdad no la borra ni un huracán.