sábado, 29 de noviembre de 2014

Letras del corazón.

Necesito contarte como me siento, te lo escribo para que lo leas en silencio, para que lo sientas por dentro. Me regalas cada mañana el suspiro de una mujer enamorada, privilegio sufrido y merecido. Supongo, que esto es una más de las incoherencias que tiene la vida, cuando tienes juventud no tienes experiencia y ésta, se cobra con tus años de gloria la experiencia que te presta. Cada día te observo y digo, ahora sí, ahora sí te miro y siento que eres el mejor regalo que entra cada día por la puerta de casa. Yo, me enamoré de un niño de ojos brillantes y sonrisa picarona y he descubierto un gran hombre, el mejor hombre, sin duda, para mí vida y nuestra familia. No sé ...no te voy a mentir, no se sí volvería a pasar por lo mismo para reencontrarte, pero llegados hasta aquí, sólo puedo decir que te quiero y que sí tú sonríes me siento feliz y que sí temes, yo temo por ti. Hay veces que me siento en deuda con el tiempo, creo que soy tan feliz y tanto rato, que no merezco serlo, luego ...luego recuerdo que esto es un intercambio de lágrimas por sonrisas y que el tiempo aún me debe muchas sonrisas, tantas, como para disfrutar el resto de mí vida junto a ti. Y aunque hay veces que me asalta el temor, se que te hiciste fuerte y te armaste de valor. Me enamoré para siempre y mí alma lo sabía. Te quiero.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Castillos de arena.

Su belleza se tornaba fría y dura, pero sin duda espectacular. El hombre con poder la anhelaba y ella se vendía al mejor postor. Se dejó caer suave en los brazos del poder, sin darse cuenta que sería su castigo. Disfrutar de los logros de otro, sin trabajo alguno, le reportaba un placer casi orgasmico. Pensó que podía vivir sin amor, ella hacía con su cuerpo, no más que una transacción económica. El paso de los años la trataba muy bien y vendía su amor como sí de cuento sobre papel se tratara. Nunca se paró a reflexionar hasta que un día despertó en la realidad, se había enamorado del hombre y no del poder, fue ahí, donde empezó su castigo. Empezó a saber lo que es miedo, miedo a envejecer, miedo a perder lo que se ama. Ella sabía que los hombres sólo veían su físico y nunca le había importado, pero hoy era diferente. El miedo le enseñó el camino de la no autoestima y poco a poco se vio deteriorar. Ahora sí necesita amor, un amor del que carecía, aquel que nunca tuvo y hoy quería obtener. La vida le entregaba, no más, lo que sembró, así que, ésta vez fue el poder quien la cambió y nunca pudo dulcificar su belleza que ésta vez se torno en amarga y triste.

martes, 25 de noviembre de 2014

Un cuento de final azul.

Ella, tenía algo especial que le hacía brillar, ya estuviera entre fregona y platos o celebración especial. Ella, era toda una dama con destellos en azul. Tenía un sentido especial para detectar malos sentimientos, con solo cruzar mirada, los podía casi leer en el pensamiento del otro. Una mañana de domingo, decidió ir a pasear con unos amigos, para luego comer juntos. Una vez en el salón de comidas, empezó a sentir una mala vibración, alguien miraba con desprecio a otro. La dama intentaba tener una comida agradable, pero aquella sensación la alteraba, sentía como en ella misma aquella mirada de desprecio, que no podía definir de quien y hacía quien era, pues el salón estaba lleno de comensales. En su intento de sentirse bien, miraba a todos cuantos podía mirar, intentaba detectar quien era y poder protegerse ante aquella nefasta sensación. Así, logró ver quien era y a quien lanzaba la mirada de desprecio, pero no podía hacer nada, era una mirada tan fuerte que casi apagaba toda su luz y se sentía desvanecer. Aquella mala mirada iba dirigida a una señora anciana, deteriorada sin duda por el paso del tiempo y que seguramente no dispondría de mucho recurso económico. Estaba sentada a la mesa junto a cuatro jóvenes, pudieran ser sus nietos. Estaba sentada en una esquina del salón junto a la ventana y curiosamente era un joven de su misma mesa quién le propinaba la mala mirada. La dama azul no disfrutaba de la comida y sus amigos notaban su malestar, ella, se excusaba y tomaba fuerza de las miradas de sus amigos. Luchaba contra el mal sentimiento de aquel joven, que cruzaba mirada con ella, por la casual y estratégica situación de las mesas del salón, sus miradas se cruzaban a intervalos. La situación llevaba a los límites a la dama, aquel mal sentimiento la agotaba y sin mediar palabra se levantó, atravesó entre mesas el salón y se acerco a la anciana, la saludó amablemente y luchó mirada con mirada con aquel joven, que se sintió dominado por la fuerte y calmada mirada de la dama azul. Enseñandole a ver más allá de una piel arrugada, vio, toda la experiencia que guardaba en el interior. Quedando embelesado, el joven, por el singular brillo que desprendía aquella mujer, el joven e inexperto entendió, que todos en algún momento y con suerte, seríamos ancianos y que es, todo un orgullo tener frente a frente tanta sabiduría concentrada en un frágil y arrugado cuerpo anciano. Así todos felices, comieron perdices........ FIN

domingo, 9 de noviembre de 2014

Érase una vez, que fue.

Érase una vez que fue, de una diosa valquiria que se enamoro del más común de los mortales, un guerrero por supervivencia. Mortal, que por no tener, no tenía ni sangre pura, era, lo que se puede conocer como un híbrido, nacido de mezcla de razas. Ella descendía de los grandes dioses, guerrera y hermosa que bajaba a los campos para refrescar su mente y él, su guerrero, su amado, que se cobijaba ante la fría noche para calentar sus sueños. Así, como si de un sueño se tratase, él se enamoró perdidamente. El amor se abrió camino tras escarpadas montañas repletas de guerras, guerras entre hombres, hermanos contra hermanos, pero su guerrero salía indemne de todas y cada unas de las batallas. A la caída del sol, su amada se le hacía presente para regalarle su más preciada esencia. Se fundían en caricias y besos de amor, ocaso tras ocaso, batallas tras batallas. Y así, aquellos duros y tristes días que vivía la humanidad se les hacia llevaderos. Ella era su musa, su protectora, su amada y él, él no entendida como podía despertar ese gran amor en ella. Él, él se sabía un ser inferior. Cierto es, que ella habría de ser superior, ella sabía que la sangre no tiene estatus, ni diferencias de color. Ella sabía que todo lo nacido del amor habría de ser sano. Así pues, le regaló a su guerrero el más preciado fruto, le engendró a sus hijos y los trajo sanos al mundo, enfadando así a sus dioses y marcando éstos a sus hijos por el resto de los tiempos. Estos hijos, pasarían por herencia a su descendientes un corte en la barbilla, que sería la marca que los definiría como hijos insanos del amor entre una diosa caída, una valquiria y un común mortal. Dioses engreídos, habían creado sin saberlo, la marca de amor más grande de todos los tiempos. Marca de nacimiento que tendrá cualquier otra forma, apariencia o lugar, según amemos a través de los tiempos.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Bajo la marquesina

Más allá de lo que uno puede imaginar, existe ese instante en que nos embarga la felicidad. Le sudaban las manos y se las aireaba como niño pequeño ante algo extraordinario y para él era, su gran momento. Estaba apunto de encontrarse con la mujer que anhelaba, pues él, sentía que aquello que le burbujeaba en su interior era más que amor. Habían quedado en la misma marquesina de autobús donde bajaría ella y luego, irían juntos caminando al cine. Él, se manejaba inquieto al borde de la acera, bajaba y subía de ella constantemente y sus rodillas temblorosas parecieran hacerle bailar. En la espera, fantaseaba en como actuaria con ella en el cine, imaginaba escenas de películas, en la cuál, la pareja se rozaba sutilmente y intercambiaban miradas de amor. Sus manos sudaban cada vez más y seguía aireándolas y moviéndose con pequeños saltitos. Cada vez que veía venir un bus, intentaba disimular su nerviosismo, se retiraba del borde de la acera, no era plan dejarse atropellar, con sus manos sudorosas se agarraba las rodillas bailonas, era entonces cuando se mordía los labios. En otro tanto, ella subió al bus y se sentó junto a la ventanilla, recogiéndose en sí, cuál niña educada, iba imaginando el momento de verle. Su cara dibujaba una sonrisa perpetua y su estomago tenía el capricho de encogerse cada vez que se ve en situación comprometida con él, es su imaginación y hace con ella lo que quiere, no, sin mirar antes si alguien le observa. Toda sonrojada por sus pensamientos se le escapa un suspiro e intenta disimular, empieza a sentir calor y se recoge el cabello. Su estómago vuelve a encogerse y aprieta sus piernas, su parada está próxima. El trayecto se hace infinito a la par que corto, tremendamente corto, ahora es ella quien tiembla y baila al son de sus rodillas, alguien, pulsó el timbre de su parada y respiró aliviada, no sabía si podría llegar, sus piernas no querían obedecer, sólo atienden al baile de nervios. Y el bus llegó a su destino...y en ese momento concreto, voló la felicidad con hermosas alas blancas y aminoro su vuelo para rozarles con su tenue brisa, ambos sonrieron y se encontraron bajo aquella simple marquesina de bus, que en aquel momento cobijaba la felicidad de dos enamorados.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Picantón, pero siempre sutil, nunca obsceno.

Sí quería, podía transportarme a todo un mundo de placer. Durante el día, iba y venía con pequeños susurros al oído, que hacían despertar mi fuego interior, que a la par que, lo avivaba con algún beso, lo dejaba reposar en cálidos rescoldos, para reencenderlo con fuerza con alguna sutil caricia en el lugar adecuado. Sabía como tenerme dispuesta en cualquier momento, aveces llegaba a un punto de excitación que perdía el control y era el mismo quien me retaba a controlarme, juego peligroso, que no sé, si me apaciguaba o me excitaba aún más. Como hembra agitada pasaba el día, deseando cayera el sol para perder la compostura y poder dar rienda a mis deseos. Caída la tarde y refugiada en la tenue oscuridad del momento, busco a mi hombre, cual perdido sabe, que solo puede hacerme suyo y cumplir con lo prometido por el día. No importa el lugar, voy hacia él y sin mediar palabra me besa con tanta fuerza que me golpea contra la pared, ejerce su fuerza contra mi, retiene nuestras ganas llevándome despacio hacia la cama, lugar donde me dejaré llevar entre sábanas. Goza del maná de entre mis muslos y nos fundimos en un sin fin de caricias, llegando esta vez sí, al más hermoso de los placeres entre un hombre y una mujer.